Preocupación por fallo condenatorio a un estanciero por “trata laboral”

Preocupación por fallo condenatorio a un estanciero por “trata laboral”

agosto 12, 2022 0 Por quetepasa1

Las barbas en remojo.

La noticia de la primer e histórica sentencia dispuesta por la Justicia Federal al dueño de la estancia “San Justo”, sita a unos 100 Km de Río Grande, José Onofre Villarroel Soto, de 8 años de prisión y el pago de una indemnización a un peón, de 7 millones de pesos, por el delito de “trata de personas con fines de explotación laboral”, puso en alerta a otros propietarios de establecimientos rurales y también a intrusos de la Ruta J.

Un un fallo sin precedentes, el Tribunal Oral en lo Criminal de la Justicia Federal, condenó esta semana al dueño de la estancia “San Justo”, distante a unos 100 km de la ciudad de Río Grande, identificado como José Onofre Villarroel Soto, a 8 años de cárcel y al pago de una indemnización de 7 millones de pesos a un hombre que le prestaba servicios de peón, quien demostró que vivía en condiciones paupérrimas, viéndose obligado a alimentarse de animales silvestres y sin servicios básicos.
La Justicia Federal aplicó la severísima sanción a un estanciero de 63 años de edad, de nacionalidad chilena, propietario de la estancia San Justo, ubicada a unos 100 kms de la ciudad de Río Grande y a la que se accede a través de la Ruta Complementaria B.
Todo comenzó en el mes de diciembre del año 2019, cuando un peón de 40 años de edad, se presentó ante el destacamento policial José Menéndez, para denunciar a su empleador, a quien identificó como José Villarroel, a quien acusó de haberlo sometido a condiciones de vida indignas, sin alimentos, agua, baño ni pago de sus servicios de cuidador.
Las autoridades dieron intervención al gremio que representa a los trabajadores rurales, UATRE, mientras en la órbita federal se sustanciaban una causa bajo la carátula de “trata de personas con fines de explotación laboral”. El denunciante, oriundo de la provincia de Salta, agregó además que se le confiaron tareas de campo a cambio de un sueldo de unos 20 mil pesos mensuales más casa y comida, que nunca se le pagó y que su patrón le retuvo el documento nacional de identidad bajo distintas excusas.

“Vivimos en condiciones deplorables”

La desaparición de un trabajador informal, identificado como Eloy Coria, quien luego fuera encontrado muerto, decidió a otro peón que también trabajaba en negro y en condiciones de absoluta precariedad, en la Ruta J, a romper el silencio. La entrevista fue publicada en la edición del 27 de junio de Diario Prensa Libre.
El hombre, de pelo canoso y espalda encorvada, de unos 70 años de edad, dijo que él tiene a cargo el cuidado de una casa del sector, y que como muchos otros, vive en condiciones de absoluta precariedad.
Consultado acerca del nombre de su empleador, el septuagenario se abstuvo de aportar su nombre “porque eso significaría tener problemas con el patrón y estaría peor que lo que estoy ahora, de patitas en la calle”, aunque solo aportó que “es dueño de una agencia de autos de altísima gama, en Ushuaia. Si vivir así es muy difícil, sin trabajo ni ningún ingreso, a mi edad, sería más desesperante todavía”.
Preguntado acerca de las tareas que él y otros hombres realizan como cuidadores de construcciones asentadas en tierra fiscal, usurpadas al Estado, pero cercadas y con carteles que rezan – en el colmo del absurdo – “Propiedad privada, no pasar”, don Francisco explicó: “Somos muchos los que por necesidad trabajamos para gente que se apropió acá de muchísimas hectáreas de tierra, tirando alambre y cercando a su antojo nomás. Los patrones vienen cada tanto, por lo general los fines de semana. En casi todos los casos los dueños tienen la casa cerrada para uso exclusivo de ellos y en un galpón ponen al cuidador”.
Consultado sobre cómo se calefaccionan, sobre todo en el invierno, con temperaturas bajo cero o cómo se higienizan dado que tampoco existe conexión de agua ni cloacas, con gesto de resignación el entrevistado respondió: “La única forma de calefacción posible es la de leña. Prendemos tachos a modo de salamandra y con eso nos calefaccionamos porque red de gas obviamente no hay y usar garrafas es muy complicado porque hay que traerlas, transportarlas a través del bosque y después hacer el camino inverso para llevarlas a Ushuaia para recargarlas. Y en cuanto a la higiene calentamos agua en tachos para bañarnos con jarro, cada tanto. Hay que vivir una situación así para entender lo que nosotros pasamos…”.
Sobre la visita en alguna oportunidad de los gremios que representan a los trabajadores rurales, la respuesta fue terminante: “Nunca jamás vino nadie a preguntarnos nada. Ni a censarnos ni a preguntarnos qué hacemos. Todos estamos en negro. Aceptamos vivir así porque muchos de nosotros ya no podemos conseguir trabajo haciendo otras cosas, por la edad y nos conformamos con tener un techo sobre la cabeza. Muchos patrones dicen que hay que conformarse con apenas unos pesos porque ellos ´dan casa”. Son galpones helados, de piso de tierra, con una bombilla de luz y cables puestos así nomás. Ojalá alguna vez pasara alguien a ver cómo estamos y a exigirles a los patrones que nos den condiciones más dignas para vivir”.


Diario Prensa